Perseverando contra corriente

Vivimos en un momento de la historia donde sentimos la crisis profunda de valores en la está sumergida nuestro mundo. Somos conscientes de que hemos de cambiar la sociedad en la que vivimos porque vemos que hace aguas por multitud de puntos, que van minando poco a poco nuestro deseo de lucha y de compromiso para transformarla. Tenemos una idea general de sociedad y de mundo que por lo grande que es y todo lo que abarca, comparado con nuestra pequeñez e insignificancia, somos conscientes de que podemos hacer más bien poco. Todos somos parte activa del cambio, y siempre hemos escuchado decir que “un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero”. Que esto te ayude para tomar conciencia de lo importante que es ese granito de arena que tienes en tus manos y que puede ayudar a colaborar y transformar el mundo en el que vives, sabiendo que Dios también confía en ti y en tus capacidades para que tomes la iniciativa y sigas con ese proyecto de hacer realidad el Reino de Dios allá donde te encuentres.

A tu lado siempre vas a encontrar gente que no se comprometa, que se aproveche o que simplemente critiquen e intenten destruir lo que funciona bien. No entres en ese juego y mucho menos no dejes de construir porque otros no lo hagan. No bajes nunca los brazos y confía en el Señor que bien sabe cuáles son los caminos que has de tomar. Él quiere guiarte para que sigas descubriendo lo mucho que merece la pena entregarse y dar la vida por el Reino. Jesús envía a los discípulos de dos en dos para que vayan y anuncien el Evangelio en medio de un ambiente nada favorecedor para ellos, pues los judíos rechazaban todo lo que venía de Jesús. Después de Pentecostés también sufrieron incomprensiones y persecuciones, pero no por eso dejaron de predicar y de anunciar que Jesús había resucitado, dando la vida incluso porque su amor por Él era mucho más fuerte. Sirva este ejemplo para no desanimarte y para dejar que la Palabra de Dios siga actuando con fuerza en tu vida, pues el Señor quiere que la vivas en primera persona, experimentando a cada momento cómo el Señor está contigo y lo sientes cercano.

Dice el apóstol San Pablo: “Hermanos míos queridos, manteneos firmes e inconmovibles. Entregaos siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que vuestro esfuerzo no será vano en el Señor” (1 Cor 15, 58). Que estas palabras del apóstol te animen para no desfallecer en el empeño de transformar nuestro mundo y seguir siendo los primeros a la hora de comprometernos por el Evangelio, luchando cada día por hacerlo realidad allá donde estemos, incluso en medio de la soledad y sequedad del desierto. Si has optado por el Señor y tienes clara tu fe, que nada te haga cambiar de opinión; que sepas mantenerte firme en tu voluntad para que estés en el camino de la fe y del evangelio que Jesús nos ha propuesto, y así puedas seguir dando testimonio de amor a todos los que te rodean. Que el no ver los frutos que esperas y deseas no sean motivo de desaliento, sino que te ayuden a perseverar, a no desfallecer y a dar cada día la vida por la obra del Señor, que ha confiado en ti y te ha elegido también para que sigas haciendo presente el Evangelio en esos rinconcitos del mundo a los que tú puedes llegar desde tu entrega. Ten por seguro que cada esfuerzo que hagas no será en vano, como dice el apóstol, porque es el Señor quien vela por ti y quien se encarga de todo.

No dejes que la tentación de bajar los brazos entre en tu vida, aunque te veas solo, caminando contra corriente, no dejes de avanzar y por seguir en el empeño que el Señor te ha propuesto. Dice el profeta Isaías: “No temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortalezco, te auxilio, te sostengo con mi diestra victoriosa” (Is 41. 10). Que estas palabras del profeta Isaías te ayuden a entender que no estás solo, que a pesar de todos los inconvenientes que te puedas encontrar, Dios está a tu lado, contigo, para que sigas adelante, para que en medio de la soledad sientas que la presencia del Señor te reconforta y te ayuda a asumir tus propias flaquezas, sabiendo que en las manos del Padre no debes de temer porque tu corazón le pertenece a El y Dios te ama. Que el camino,a pesar de sus dificultades, te haga más duro y más fuerte, para que te llenes de ternura y cada día puedas ofrecer lo mejor que hay en ti.