Pasar por la puerta estrecha

Muchos son los momentos en los que nos quejamos y lamentamos por los esfuerzos que tenemos que realizar o porque las responsabilidades que tenemos nos cuestan demasiado llevarlas a la práctica. En ocasiones, tenemos que realizar sobreesfuerzos y hacen que tengamos que empeñarnos más de lo que quisiéramos y deseáramos. Solemos elegir el camino más fácil y que menos nos complica la vida; si es posible también nos solemos escaquear de las responsabilidades dando un paso al lado para que otros sean los que se responsabilicen y así nosotros estar tranquilos. Luego somos exigentes a la hora de que nos traten bien, nos presten atención y cuando necesitamos atención y dedicación por parte de los demás buscamos siempre la exquisitez, y si no están a la altura de lo que esperamos protestamos para hacer saber nuestro descontento.

Vivimos sumergidos en la cultura del mínimo esfuerzo y del poco compromiso. Piensa por un momento de qué situaciones cotidianas de tu vida te desentiendes y no haces nada; cuántas veces juzgas a los demás que están comprometidos, porque a veces su compromiso denuncia la falta del tuyo; cómo ignoras la realidad para mantenerte aislado en tu mundo con la conciencia tranquila de que estás haciendo las cosas bien porque no te metes con nadie ni levantas falsos testimonio. Ante estas situaciones Jesús nos dice: «Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos» (Mt 19, 24). Poner el Evangelio en práctica no es fácil, más bien es exigente, nos pide pasar por el ojo de una aguja, por la puerta estrecha, que significa renuncia, entrega, sacrificio, servicio, humildad… justo lo contrario que la puerta ancha que es la que el mundo nos ofrece, mucho más seductora, apetecible, llena de placer, comodidad, individualismo…; para pasar por la puerta estrecha necesitamos un corazón desprendido dispuesto a renunciar a todo, a uno mismo. Dejándote llevar por el Espíritu de Dios que te llevará a lugares que no controlas, que se te escapan de la mano, y que te va a complicar demasiado la vida. Así lo dice el mismo Cristo: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espada» (Mt 10, 34), porque el Evangelio vivido con autenticidad incomoda y cuestiona a quien está sumergido en la vorágine del mundo.

Por eso compromete tu vida, no te quedes a verlas venir y esperando que te llamen. Eres tú quien debe dar el primer paso hacia el Señor, ofreciéndote para seguirle y mostrándole todos tus dones para que Él te diga dónde y cómo tienes que hacer. Si el Evangelio es parte de tu vida, si estás dispuesto a renunciar a tu yo, a tus caprichos, a tus propias ideas para asumir las de Jesús, ponte cerca de la puerta estrecha y comienza a desprenderte de todas las riquezas que tienes, convertidas en vanidad, orgullo, soberbia, egoísmos… y que te permitirán pasar por la puerta estrecha porque tu corazón se irá haciendo más humilde, sencillo y digno del Señor. Esto te hará más grande a los ojos de Dios y sentirás cómo el Señor derrama su amor sobre ti. Entonces esa espada a la que se refiere Jesús en el Evangelio comenzará a realizar su trabajo, pues cortará la parte de tu vida que no tiene nada que ver con el Espíritu y serás punta de lanza del Señor.

Es una aventura apasionante dedicarse por entero al Señor; renunciar a los placeres del mundo y caminar contra corriente, pues el Señor te hará sentir especial, porque se ha fijado en ti y tú mismo sientes que Dios te habla, toca tu corazón y camina a tu lado explicándote las Escrituras, ayudándote a entender cómo quiere que des testimonio cristiano y compartas tu fe con los demás. El amor de Dios es incondicional y te das cuenta de ello cuando has sido capaz de atravesar la puerta estrecha y adentrarte en el interior de Dios, con una vida espiritual rica y llena de frutos por el Señor, pues Él «a todo sarmiento que da fruto lo poda, para que dé más fruto» (Jn 15, 2). Así es como Dios te cuida. Pasa por la puerta estrecha y se abrirá para ti un mundo maravilloso que no dejará de sorprenderte cada día.