SESIÓN 13 (2 ciclo)

SESIÓN 13 – TIEMPO ORDINARIO

  • OBJETIVOS

    • El don del Bautismo crece y se fortalece en el sacramento de la Confirmación.
    • En la Confirmación, el Espíritu Santo nos da fuerza para crecer en la fe y ser testigos de Jesús.
    • El sacramento de la Confirmación nos une con más fuerza a la Iglesia y su misión.

  • DESARROLLO

PRIMER MOMENTO

RUTINA

  • Oración en la Capilla

SEGUNDO MOMENTO

  • Reunión por grupos
    • Explicamos a los niños quién es el Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad y quien nos ayuda a tener cada día más fe y querer ser amigos de Jesús.
    • El Espíritu Santo se recibió el día de Pentecostés (50 días después de la Resurrección de Jesús), y así fue cuando los apóstoles tuvieron la valentía de salir a predicar el Evangelio a todo el mundo.
    • En el Sacramento de la Confirmación recibimos el Espíritu Santo por medio del Obispo, que es el sucesor de los Apóstoles.
    • Explicamos a los niños el 1º y 2º párrafo del tema 29 (pg 90).
    • Explicamos la unión con Jesús y la Iglesia, partiendo de la experiencia que ellos tienen con personas que estén muy unidas y de las acciones que hacen juntos en familia.
    • Pedimos que nos digan personas a las que están ellos muy unidos. Preguntamos: ¿Por qué estáis tan unidos? (nos queremos, nos llevamos bien, es mi mejor amigo, me gusta estar con él, etc.) ¿En qué se nota que estáis unidos? (hacemos cosas juntas, nos justan cosas similares, nos contamos las cosas, etc). Algo parecido ocurre cuando recibimos el sacramento de la Confirmación que une más a Jesús, pues les contamos nuestras cosas, nos gusta estar con él, queremos ser como él, en su manera de pensar, sentir y actuar con los demás. Eso es lo que sentía Pablo cuando dice: “Ya no soy yo, sino que es Cristo quien vive en mí”. (Gal 2, 20).
    • Invitamos que nos digan qué cosas hacen juntos en familia que unen más. Vemos como la familia se une más cuando hace cosas juntas pues ayudan a conocerse y quererse. Algo parecido ocurre cuando recibimos la Confirmación pues nos une más a la Iglesia participando más en las cosas que hace y ayudándole aún más en su misión de anunciar al Señor en este mundo.
    • Levantando la mesa de la sala de catequesis. Le pedimos a uno que la levante. Dejamos un tiempo para ver lo que hace cuando vea que no pueda. Si no pide ayuda, le preguntamos: ¿Qué puedes hacer para levantarla? Pedir a los demás que me ayuden. Algo parecido ocurre cuando recibimos la Confirmación pues nos une más a Jesús y con Él somos más fuerte para ser como Él y dar testimonio en este mundo.
  • Cuento: El valiente Manuté.

“El mejor hombre de toda la tribu es el valiente Manuté”, decían todos. No había momento del día en que no pudiera comprobarse su valentía: saltaba desde varios metros de altura hasta el suelo, luchaba con serpientes venenosas, atrapaba escorpiones con la mano y podía hacerse una herida de un palmo con un cuchillo sin un gesto de dolor. Todo lo contrario, decían de Pontomá, a quien nunca se había visto ni siquiera atrapar un mono.

Un día coincidieron ambos en la misma zona de la selva, y estaba Manuté mostrándole a Pontomá una serpiente coral que acababa de atrapar, cuando comenzó a diluviar como nunca antes habían visto. Ambos corrieron a guarecerse bajo unas grandes plantas, y allí permanecieron hasta que dejó de llover.

Sin embargo, cuando iban a salir de su escondite, oyeron a menos de 2 metros el rugido de un tigre. Las plantas eran muy espesas y el animal no podría atravesarlas, pero estaba prácticamente junto a la entrada del escondite. Si se le ocurría atravesarla y les encontraba allí, no saldrían vivos, así que Manuté se inquietó mucho y empezó a ponerse nervioso. Quería salir a toda costa y enfrentarse al tigre en un terreno más abierto en que pudiera hacer uso de su gran habilidad de cazador. Pontomá le hacía señas para que se quedara quieto sin hacer ruido, pero Manuté, cansado de la compañía de un miedica, salió fuera, sorprendiendo al tigre.

El tigre recibió un par de heridas profundas, pero no tardó en recuperarse y con dos zarpazos hirió al valiente Manuté, arrojándolo al suelo. Tomó impulso y saltó sobre él, pero la lanza de Manuté interrumpió su vuelo. El tigre se revolvió herido, pero la lanza se movía a la velocidad del rayo, con una precisión increíble, hiriendo una y otra vez al animal, hasta que éste cayó sin vida.

Manuté, con la boca abierta y sangrando abundantemente por sus heridas, presenció todo desde el suelo. Jamás antes había visto a nadie hacer frente a un tigre y manejar la lanza con la calma y fuerza con que acababa de ver hacerlo a Pontomá.

Ninguno dijo nada, no era necesario añadir palabras a la mirada agradecida de Manuté, ni a la mano tendida de Pontomá, ni a la piel del tigre que increíblemente dejaron allí en la selva.

Pero desde aquel día, todos piensan que Manuté no es el mismo, que ya no es tan valiente, y les extraña aún más ver entre las cosas de Pontomá la antigua lanza de Manuté. Pero él sonríe y recuerda el día que aprendió que los verdaderos valientes no buscan los peligros; les basta con controlar su miedo cuando los peligros les encuentran.

  • Comentario: El Espíritu Santo nos da la valentía para dar testimonio de Jesús cada momento. No podemos ser unos orgullosos ni creídos pensando que somos los mejores. Tenemos que ser humildes y sencillos para ayudar a los demás cuando lo precisen.
  • Aprendemos el Credo Apostólico de la página 153.
  • Padre Nuestro.

 

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